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lunes, 2 de junio de 2014

EL PRIMER DÍA DE CLASE (II)


Studio with plaster head (Pablo Picasso)

El primer día de clase es el día de las presentaciones. Pero esta actividad, que de antemano se supone relajada y divertida, puede ser una trampa si no eres la primera persona que da clase al nuevo grupo o si el grupo es muy numeroso. Además, la mayoría de nuestros jóvenes alumnos tiene tal bagaje en eso de moverse por el mundo que a veces notas en ellos cierto cansancio o cierta sensación de pérdida de tiempo cuando sugieres la presentación (otra presentación).


A partir del nivel B1, y en grupos de más de siete alumnos, suelo hacer subgrupos. Los separo físicamente, de manera que formen tantos círculos como subgrupos hayamos hecho, y les pido que hablen entre ellos intercambiando toda la información posible: nombre, edad, nacionalidad, estudios, familia, aficiones, etc. De este modo, aunque restrinjo el número de alumnos que entran en contacto directo ese primer día, evito la tendencia a la “evasión mental” del alumno cuando las presentaciones sucesivas se prolongan.

Cuando han pasado quince minutos, les digo de qué va el juego: cada miembro del primer grupo preguntará a un miembro del segundo algún dato, pero no de sí mismo sino de un compañero, por ejemplo, cuántos hermanos tiene o qué estudia aquel que está a su derecha, a su izquierda, etcétera. El segundo grupo hará lo mismo con el tercero y así sucesivamente, hasta que el último lo haga con el primero. Normalmente no suelen ser más de cinco.

Así, el contacto del pequeño grupo se amplía al gran grupo y la competencia los anima, como sucede casi siempre, ganando el equipo que más respuestas acertadas haya conseguido.

Como yo sé de antemano el número de alumnos que voy a tener y, por tanto, los grupos que haré y los miembros que los van a constituir, compro pequeños regalos que muestro a la clase antes de la “competición”. La entrega de premios suele ser un simpático cierre de ese primer día de clase.

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